Breathtaking view of rugged coastal cliffs and turquoise ocean waves under a bright, clear sky.

Viviendo en Cornwall, Reino Unido

Vivir en Cornwall ha sido una de las experiencias que más ha marcado el rumbo de mi vida y que más me cambió como persona.

Mudarse a otro país es algo heavy. Pero mudarse sin casa, sin trabajo y sin idea alguna de qué vas a hacer, es aún más heavy.

En pleno año covidiano 2020, decidimos Jaime y yo mudarnos a Inglaterra para aprender inglés y empezar una nueva vida de aventuras. Nos llamaban más otros lugares, pero la mayoría tenían las fronteras cerradas.

Cogimos el ferry desde nuestra ciudad natal, Santander, en pleno maretón Epsilon, un mar que dejó olas de 6 metros en Octubre de 2020 en nuestras costas. Ideal para una travesía de 24h sin camarote. La cosa empezaba fuerte.

El mismo día antes de subir al barco nos enteramos de que la casa que habíamos alquilado era una estafa, así que no teníamos ni idea de que íbamos a hacer al llegar a Plymouth. Por aquel entonces, había que hacer una cuarentena de 14 días al entrar al país. Todo era very convenient.

Llegamos a Newquay, el pueblo que escogimos para vivir en Cornwall. Encontramos un Airbnb loco llevado por Jules, un tío bastante original que iba descalzo y se dedicaba a la mar. Olía a vino que jodía, pero bueno, nos dejó quedarnos en el ático de su casa y nos ofrecía sus cosas.

En ese ático pasamos 14 días de cuarentena, eché varias lloradas e hicimos entrevistas de trabajo por teléfono. Todo salió bien, y encontramos una casa espectacular y un trabajo no tanto, pero había que empezar por algo.

—-fotos de Newquay——

Trabajé cuidando ancianos a domicilio un mes, en una residencia de ancianos con demencia un día, limpiando un colegio otro mes y finalmente me asenté en un trabajo bastante extraño.

Era en el Covid Test Site L-510, y mi función era desinfectar boxes donde la gente se hacía PCR’s en plena pandemia. Mi inglés era tan malo cuando llegué (y eso que tenía un C1) que no entendí nada y pillé Covid en mi primera semana de trabajo.

Estuve allí medio año, hice amigos increíbles, fue una experiencia espectacular. Pasábamos tantas horas juntos que éramos una pequeña familia. Había gente de varias ciudades de Inglaterra y pude aprender diferentes acentos y mejorar muchísimo mi inglés. Con una amiga en particular, Brenna, tuve la suerte de quedar años más tarde en Australia para celebrar nuestros cumples. ¡Cosas que les pasan a los backpackers!

—–fotos del trabajo y de nosotros——

Cornwall es una región que no tiene grandes ciudades. Es un área totalmente rural, llena de pequeños pueblos esparcidos tanto por la costa como por el interior.

Tiene costa escarpada, venteada, salvaje y con olas fuertes que vienen de las borrascas del Atlántico. En los días de calma, esas mismas olas se convierten en un mar transparente de paz que esperan tranquilos a que el sol se ponga, teniendo atardeceres de película. Surfeamos en muchos pueblos de Cornwall, con el agua más fría que jamás he tocado y con focas al lado de vez en cuando. Visitamos muchos de ellos en coche y muchos andando por el South West Coastal Path. Comimos miles de “Cornish Pasties” y pasamos mucho frío.

——-Fotos de pasties, pueblos, olas——-

Mudarte a otro país supone muchos retos, los que todos podéis imaginar: el idioma, la casa, el trabajo, la nueva cultura, la comida diferente… pero no se habla tanto de la cantidad de tiempo que vas a pasar solo.

Fue la soledad la que supuso en mi un cambio y un crecimiento personal inexplicable. Tuve la suerte de mudarme acompañada de Jaime, pero aún así nuestros turnos de trabajo eran muy diferentes y pasábamos mucho tiempo solos. Mucho.

Me agradezco enormemente todo lo que aproveché ese tiempo en soledad para pasear, sentarme frente al mar y escribir. Nunca lo he hecho tanto como en esa época y estoy feliz de todo lo que me sirvió.

—–fotos de atardeceres y paisajes de mar——

Lo que más me gustó de vivir en Inglaterra fue lo siguiente:

  • El horario de las comidas. Amo comer a las 12:00 y cenar a las 6 de la tarde. Llámame rara.
  • Aprender a ser educado y correcto en otra cultura. Parece que no, pero en ese sentido somos muy distintos a los ingleses. Siento que mejoré mucho en mi manera de hablar, preguntar, decir cosas negativas… en general, me volví más educada.
  • Hablar inglés y aprender acentos. Me encantan los idiomas y simplemente vivir comunicándome en inglés me hacía sentir genial, útil, capaz. Me subió mucho la autoestima. 
  • Descubrir tantos pueblos impresionantes en un lugar que nunca me habría imaginado. 
  • Tomar té todos los días. 
  • Aprender historia británica y su influencia en el mundo que vivimos hoy. En la etapa en la que trabajé con ancianos de más de 90 años, tuve la oportunidad de escuchar muchas historias sobre las guerras mundiales y la Inglaterra del S.XX. Estoy muy agradecida de poder haber compartido esas charlas con esas personas.

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