Beautiful view of the Valle de Cocora with iconic wax palms and lush green hills in Colombia.

Montañas de Colombia

Colombia no había estado nunca en mis planes, pero precisamente lo bonito de la vida son las sorpresas. El destino y dos amigas me llevaron a este bonito país, el cual no dudé en explorar al máximo.
Después de una semana disfrutando con mis chicas por Medellín y Santa Marta, me lancé a la aventura de 20 días sola por Colombia.

Mi exploración —y este blog— tienen como foco principal el ascenso al Volcán Nevado del Tolima, en plena cordillera de los Andes Centrales de Colombia.
Mi “calentamiento” fueron el Cerro Tusa, el Cerro Kennedy y el Púlpito del Diablo.

Mi mochila para 1 mes en Colombia

Calentamiento en las montañas: Cerro Tusa, Cerro Kennedy y Púlpito del Diablo

Cerro Tusa, la pirámide natural

El Cerro Tusa, un lugar místico donde los haya, lo ascendí en una excursión de un día, no tanto por su altura —ya que solamente rozaba los 2.000 m—, sino por su desnivel en pocos km y por su misteriosa forma de pirámide perfecta que atrae tantas historias y leyendas locales.

Cerro Kennedy y la Sierra Nevada de Santa Marta

También misteriosa fue la posterior ascensión al Cerro Kennedy, el cual subí en solitario mientras exploraba Minca y los alrededores de la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte del país.

Minca y Santa Marta se encuentran en las faldas de este parque nacional, que contiene los dos picos gemelos más altos de Colombia: el Pico Cristóbal Colón y el Pico Simón Bolívar (5.775 m). Imponentes y nevados, los pude ver desde la cima del Cerro Kennedy (2.900 m), que albergaba una base militar de montaña encargada de controlar los problemas y guerrillas de la zona.

Charlé con ellos y comí mi bocata en el tejado de una de sus casas militares mientras hablábamos de la vida.

El Púlpito del Diablo: alta montaña en la Sierra Nevada del Cocuy

De ahí viajé dirección sureste hasta el conjunto glaciar tropical más grande del mundo, en la Cordillera Oriental de los Andes Colombianos: la Sierra Nevada del Cocuy.

Me estrené en los 4.000 m de altura en la ascensión al Púlpito del Diablo (4.800 m), en un día en el que el mal tiempo nos acompañó durante toda la subida.
En la cima, mientras yo insistía en bajar porque se me congelaban las manos, la nube decidió irse para dejarnos ver el paisaje, la roca cuadrada que da nombre a la ruta y el resto de la sierra nevada.
Simplemente espectacular.

Camino al Nevado del Tolima: inicio de la expedición

Unos días después, el Eje Cafetero me recibió con los brazos abiertos. Salento fue mi base antes de la gran aventura, donde recargué fuerzas y energías comiendo rico, tomando café y visitando plantaciones locales.

El 11 de abril de 2024, a las 07:00, salimos Sebastián (guía local), Brendon y yo del Valle del Cocora (2.000 m), donde sus palmeras de cera de hasta 60 m de alto nos despidieron con una paz indescriptible.

Ese mismo día dejamos atrás el calor y el bosque andino para llegar al ecosistema del páramo, conocer los famosos frailejones y poder divisar a lo lejos el grandioso Dulima (así llaman al Tolima en jerga local).

Patricia y su familia nos acogieron en la Finca La Playa (campamento 1, a 3.800 m), 20 km más tarde, donde cenamos, descansamos y tomamos mucha agua panela calentita.

Al día siguiente, continuamos el ascenso hasta las faldas del Tolima en una jornada bastante más corta que la del día anterior, con el objetivo de aclimatarnos para el ascenso final.

Montamos nuestras tiendas de campaña (campamento 2, a 4.300 m) y practicamos por la tarde el uso del material que usaríamos en el glaciar.

El atardecer que vimos ese día, con el Tolima detrás, los frailejones alrededor y las nubes rosas encima, no lo olvidaré nunca. Y qué silencio.

Ascenso final al Nevado del Tolima: mi primer cinco mil

Nos fuimos a dormir a las 20:00 con la alarma puesta a la 01:00.
No dormí nada, tenía frío, tiritaba mucho y me dolía la cabeza.
Nunca supe si estaba mala, nerviosa o con mal de altura, pero a la 01:00 me levanté, tomé arepas y agua panela con brandy… y se me pasó.

La noche parecía en paz, y al poco rato de empezar, el terreno cambió de golpe.
Quedó atrás el páramo andino y comenzamos la progresión encordados en lo que ya era alta montaña y, pronto, glaciar.

Todos los glaciares de Colombia están desapareciendo y disminuyendo mucho cada año.
Nosotros lo encontramos a unos 5.000 m de altitud, justo con las primeras luces del día.
Nos quedaban 200 m de ascenso para la cumbre, que para mí fueron interminables.

Cada paso costaba y la sensación de cansancio era terrible.
Teniendo en cuenta que apenas había dormido nada, llegando a la cumbre del Tolima se puede decir que llevaba 24 h despierta.

Las vistas eran espectaculares y cada vez veíamos el objetivo más cerca.
Había grietas enormes en el glaciar, el Volcán Nevado del Ruiz echando humo frente a nosotros y un cielo despejadísimo.
¡Todo parecía de cuento!

Llegamos a la cumbre tres desconocidos que se convirtieron en grandes amigos y compañeros de cordada.
Visitamos el gran cráter humeante y yo sentí unos escalofríos que me quitaron hasta el hambre (bueno, la verdad que eso es mentira, a mí nada me quita el hambre, jijijiji).

El descenso: la otra cara del reto

La subida fue cansada, pero la bajada… ni os cuento. No bajamos hasta el campamento 2 ese día, sino al 1. Fuimos primero al 2, comimos y descansamos, desmontamos las tiendas y continuamos hasta la Finca La Playa.

Fue un día durísimo y muy largo.
Llegamos como a las 5 de la tarde después de ver a dos cóndores por el camino.
Yo cené y me dormí a las 6, y no volví a saber nada de la vida hasta que me despertaron al día siguiente a las 08:00 con la siguiente frase:

“¡Has batido el récord de horas de sueño en esta finca!”.

El regreso al Valle del Cocora y la celebración final

La ruta final hasta el Valle del Cocora nos la tomamos con calma. Era larga y con mucho desnivel negativo, y el cansancio pesaba, pero lo pasamos muy bien celebrando el éxito de la expedición y fantaseando con la cena y la fiesta que nos íbamos a pegar en Salento a la vuelta.

Y así fue.
Gracias, chicos. ¡Qué viajazo!

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